¿Por qué la violencia obstétrica es una forma de violencia de género?

La Comisión para la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer, de Naciones Unidas, ha declarado que, puesto que sólo las mujeres pueden quedar embarazadas y necesitar tratamientos en salud materno-infantil, cuando se les niega, restringe u obstaculiza de manera injustificada el ejercicio de sus derechos se las coloca en una posición de desventaja y desigualdad.

El lenguaje empleado por las personas que ejercen esta violencia revela su carácter sexista mejor que cualquier explicación doctrinal: “Parir a la mujer”, “hacerle el parto” forman parte del diálogo clásico del personal de un paritorio, que podría incluir: “¿A ésta, “la pares tú o la paro yo?” “¿La parimos ahora o más tarde?” Parece que la mujer no diera a luz por sí misma, que el parto no fuera algo que ella hace, sino que “se” le hace, atribuyendo a la mujer el mismo rol pasivo que en cualquier otra forma de violencia sexista.

“El punto del marido”, coser la abertura vaginal de más, cerrándola con uno o dos puntos para estrecharla y, supuestamente, dar más gusto al marido, es otra práctica común. Decir “Esas caderas son buenas para llevar vaqueros, pero no sirven para parir”, como si el cuerpo de la mujer estuviera al servicio de la moda y fuera incompetente o inadecuado para una misión más elevada. “Te quedará una cicatriz de bikini” es una expresión común para referirse a las consecuencias de dar a luz mediante una cirugía mayor abdominal como es la cesárea. Trivializar los resultados de las intervenciones obstétricas es otro de los “saberes” del oficio para impedir a las mujeres expresar su dolor o frustración. “Parir sin anestesia tiene el mismo sentido que sacarse un diente sin anestesia”: como si parir y sacarse un diente fuesen lo mismo, las implicaciones de la anestesia fuesen las mismas en ambos casos y algunas mujeres hubieran decidido intentar el parto normal por simple masoquismo.

En definitiva, la violencia obstétrica constituye una forma de discriminación por género porque se deben a la pervivencia de prácticas, actitudes y estereotipos sexistas que limitan el acceso a las mujeres a los servicios de salud materno-infantil.