Durante el pasado mes de agosto, en el Foro Maternidad y Crianza 2020 que la organización Vía Láctea organizó en Buñol, Valencia, tuve la ocasión de compartir mi experiencia como abogada especializada en derechos de las mujeres en la atención al parto y abordar el papel de las matronas en la erradicación de la violencia obstétrica.
En el debate posterior a mi intervención se puso de manifiesto la preocupación existente por el escaso reconocimiento que hay hacia el trabajo de las matronas y cómo sienten que, muchas veces, su criterio no se respeta en los paritorios. Además, se plantearon las siguientes preguntas ¿Cómo puedo ser una buena matrona? ¿Cómo puedo enfrentarme a los poderes establecidos? ¿Qué puedo hacer yo para proteger a las madres de la violencia obstétrica?
Afortunadamente, contábamos con la presencia de la comadrona Blanca Herrera Cabrerizo, un referente en la mejora de la atención al parto y la implementación de la Estrategia de Atención al Parto Normal del Sistema Nacional de Salud. Resumo aquí sus palabras sobre cómo dejar de ser una matrona obediente para ser una buena matrona, y su respuesta a la pregunta ¿Cómo puede una matrona, en un ambiente hostil, cambiar la atención al parto?
“La atención al parto se cambia con premeditación, alevosía y nocturnidad”
Así empecé yo, con premeditación, alevosía y nocturnidad. Trabajando según me dictaba mi ética, sabiendo que por la noche nadie me veía. Y como los resultados eran buenos, me preguntaban ¿Cómo lo haces? Y yo decía, “pues así”. “Pero… eso no se puede hacer”, me respondían. “Pues ya lo he hecho” contestaba yo.
Hay que tener claro que al hospital no se va ha hacer amigos
No se puede mezclar lo personal con lo profesional. Mi prioridad son las mujeres. Si tengo que decirle a un compañero “esto no lo hagas porque esta mujer es mi responsabilidad y si le haces daño te la vas a ver conmigo” pues lo digo.
De sumisas no llegamos a ningún sitio.
Las matronas nos hartamos de pedir que se nos garantice nuestra independencia profesional, que se nos garanticen nuestras competencias, pero luego nos da mucho miedo asumir nuestra responsabilidad. Porque las competencias llevan aparejada una gran responsabilidad. Yo asumo mi responsabilidad para exigir mis competencias. Si yo me hago cargo de una mujer y esa mujer es mi responsabilidad, lo voy a llevar hasta las últimas consecuencias. Hasta que esa mujer se va. Yo no he tenido grandes conflictos con ginecólogos, he tenido más conflictos con mis compañeras matronas. Pero yo no voy al hospital a hacer amigos. El fin último es acompañar a las mujeres, trabajar con ellas y por ellas.
Hay veces que nos tenemos que enfrentar a situaciones complejas: cesáreas, partos instrumentales, muertes perinatales o maternas y no tenemos un soporte ni un respaldo para poder enfrentarnos a esas situaciones. En ese momento es importante ir a hablar con la mujer, porque esa mujer se merece que respondamos a todas sus preguntas.
Cuando somos capaces de acompañar en el dolor hay muchas menos denuncias. Tenemos mucho miedo a las denuncias, pero debemos tener mucho más miedo a hacer las cosas mal.”
Espero que las palabras de Blanca sean inspiradoras para todas aquéllas matronas que aman su profesión. Desde aquí, toda mi admiración.