En esta entrega de la historia de El parto es nuestro contaré cómo construimos un activismo que inspiró y sigue inspirando a organizaciones de todo el mundo y qué hicimos para lograr nuestros objetivos.
Para ser principiantes y no tener ni idea de cómo se organizaba un movimiento social, no lo hicimos nada mal. Desde que fundamos El Parto es Nuestro, cientos de personas y organizaciones nos han preguntado cómo podrían replicar la experiencia en sus países o regiones. Aquí va:
Primero, escuchábamos a las mujeres que iban llegando a los foros, validábamos sus sentimientos, les ofrecíamos el apoyo del grupo para sanar sus heridas e información para lograr mejores partos en el futuro. Recogimos cada testimonio como un tesoro y animamos a las mujeres a escribir a los hospitales para contarles cómo se sintieron y como mejorar la atención que prestaban. Esos mismo testimonios los presentamos a las administraciones implicadas (Consejerías y Ministerio de Sanidad, Defensor del Paciente, etc.) y también a las asociaciones profesionales de obstetras y comadronas, para que tomasen conciencia del problema y promoviesen cambios.
Muchas de las mujeres a las que habíamos ayudado se quedaban y apoyaban a las recién llegadas para luego formar parte activa de la asociación. Se quedaban por agradecimiento y por pasión. Algunas sufrían una afectación psicológica llamado “síndrome de estrés postraumático postparto”, una de cuyas características clínicas es la obsesión por el acontecimiento traumático y todo lo que lo rodea. Buscábamos desesperadamente conocer por qué nuestros partos habían sido tan traumáticos y evitar que nos volviese a pasar en el futuro. Lo llamamos “el monotema”, porque una vez que conoces la realidad del nacimiento y le encuentras relación con el papel de la mujer en la sociedad, con el patriarcado, con la violencia hacia los niños, con la destrucción de la naturaleza, ya no paras. Necesitas urgentemente “hacer algo al respecto”.
Algunas de nuestras socias más activas llegaron a tener problemas de pareja por la absorción de tiempo y energía que suponía su activismo. Pero forma parte del proceso de curación, y además tiene muchas compensaciones, porque los siguientes partos son mejores, la pareja se refuerza y los padres pueden disfrutar de un papel más satisfactorio en el nacimiento de sus siguientes hijos. Incluso cuando no había nuevos nacimientos, el nivel de conciencia y sensación de capacidad de las mujeres como madres mejoraba y ello resultaba beneficioso para la crianza. Era como si un velo cayera de nuestros ojos y viéramos por fin la realidad desde otra perspectiva: cruda pero verdadera, áspera pero con grandes posibilidades de ser transformada.
La página web era fundamental para nuestro trabajo de comunicación, tanto por los foros que albergaba como por la información que ofrecíamos. Con ella podíamos dar voz a las mujeres recogiendo y publicando sus testimonios. El primer problema al que nos enfrentábamos era la invisibilidad del maltrato. ¿Maltrato? ¡Pero si tenemos unas tasas de mortalidad de las más bajas del mundo! ¡Pero si ahora con la epidural y la cesárea dar a luz es coser y cantar! ¡Con lo guapos que nacen lo niños por cesárea! «Lo importante es que el niño está bien (y punto)», «no sé de qué os quejáis las mujeres de ahora, con lo rápidos e higiénicos que son los partos»… Para que la gente entendiera de qué estábamos hablando pedíamos a las madres que escribieran su experiencia como si se la contaran a una amiga, sin formalismos, con la extensión que necesitaran y todos los detalles que quisieran, con sus sentimientos reales. El plan era publicar esos testimonios y hacerlos llegar a los profesionales que las atendieron, administradores de hospitales, responsables sanitarios, políticos e instituciones tales como el Defensor del Paciente.
Las mujeres nos quejábamos poco, y cuando lo hacíamos sólo se nos ofrecía una pequeña hoja estandarizada de “Reclamaciones”. A veces, a las recién paridas se les pasaban cuestionarios de satisfacción nada más dar a luz, pero ni por el tipo de preguntas que se les hacían ni por la situación física y emocional en que se encontraban tras el parto, servían para valorar la calidad de la atención ni su satisfacción. La forma directa, libre y sencilla en que estaban escritos los testimonios, era una forma de saltar el muro burocrático –la hojas de reclamación‑ tras el que se parapetaban gestores, responsables sanitarios y profesionales.
Escribimos cartas y elaboramos propuestas dirigidas a la Administración, los hospitales y los profesionales sanitarios, políticos y personalidades que podían ayudarnos. Creamos alianzas con comadronas y profesionales sensibilizados, traducíamos y publicábamos en la web información científica y de actualidad sobre embarazo, parto, lactancia y crianza. Elaborábamos estadísticas y bases de datos y publicábamos los resultados, escribimos innumerables artículos en publicaciones de todo tipo e intentamos atraer la atención de los medios de comunicación hacia el problema. Promovimos y participamos en documentales y nos entusiasmamos con un corto cinematográfico, “Por tu bien”, de Icíar Bollaín.
Editamos y repartimos folletos y carteles sobre el parto en centros de salud, hospitales, congresos de medicina, reuniones de mujeres, y allí donde pensábamos que podía ser leído. Participamos en foros de profesionales de la salud, feministas, de lactancia materna, de crianza… Implicamos a personajes públicos como Rosa Montero o José Antonio Labordeta. Rosa Montero publicó en su sección de El País Dominical dos artículos sobre el parto, titulados “Prejuicios asesinos” y “El desastre de parir”.
Nuestra página web recibía miles de visitas diarias. Nos pusimos en contacto con una asociación francesa y tradujimos su web www.episiotomie.info. Nuestra web www.episiotomia.info fue durante años la primera que aparecía en Google al teclear la palabra «episiotomía». Con un coste mínimo conseguimos distribuir una información fundamental para la vida sexual y reproductiva de cientos de miles de mujeres.
Nos dirigimos a toda la sociedad, no solo a las mujeres embarazadas o que ya habían sido madres porque considerábamos que la violencia en el nacimiento, por sus consecuencias a corto y largo plazo, nos afecta a todos. También nos dirigimos a todos los profesionales sanitarios que trabajaban en la atención materno-infantil. Ellos también son beneficiarios de nuestro trabajo, ya que está orientado a recuperar la relación terapéutica, es decir, la relación de confianza, corresponsabilidad y respeto mutuo entre profesionales y usuarias. Este tipo de relaciones hace que el trabajo sea más satisfactorio y enriquecedor, disminuye el estrés, la fatiga y la culpabilidad y ayuda a reducir el número de demandas.
Logramos que el Ministerio de Sanidad, a través del Observatorio de Salud de la Mujer (OSM), incluyese la humanización y mejora de la atención al parto entre sus objetivos y crease toda una Estrategia nacional de atención al parto normal con sus guías y publicaciones de desarrollo y la creación de partidas presupuestarias para:
– «Implantación de iniciativas de atención humanizada al parto normal en los que se consideren las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la participación de las mujeres y la adecuación del entorno físico para su comodidad y seguridad»
– «Implantación de iniciativas para la promoción de la lactancia materna desde el respeto a las decisiones informadas de las mujeres y a la solidaridad mediante la donación segura de leche materna»
– «Implantación de protocolos basados en la evidencia científica en la atención al embarazo, parto y puerperio, para disminuir las intervenciones innecesarias y la variabilidad en la práctica clínica, especialmente en el uso de ecografías y controles, las cesáreas, episiotomía y rasurado perineal»
– «Implantación de iniciativas de atención multicultural al embarazo, parto y puerperio.»
Era la primera vez en la historia de nuestro sistema de salud que se destinaban partidas presupuestarias a esos fines concretos. Desde entonces colaboramos intensamente en los talleres y proyectos del OSM. Todo empezó pidiendo una entrevista con la entonces Ministra de Sanidad Elena Salgado, que nos remitió a su Directora General de entonces. Gracias al interés de la Ministra tuvimos el privilegio de conocer a Concha Colomer e Isabel Espiga. Ellas entendieron que trabajar para mejorar la salud de las mujeres debía hacerse con las mujeres. Esto no gustó nada a actores como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), gobernada entonces por médicos varones sexagenarios con cero perspectiva de género y que habían dado escandalosos ejemplos de misoginia, pero se tuvieron que fastidiar.
Gracias a nuestro trabajo de comunicación pública logramos interesar a los medios y se publicaron muchísimos artículos en revistas y periódicos y se emitieron programas de radio y televisión. Cada vez eran más los padres que demandaban acompañar a sus hijos durante su estancia en los hospitales.
Cuando fundamos la asociación nos costaba mucho explicar a quienes no habían tenido una experiencia personal previa qué era exactamente lo que reivindicábamos. Eso de «El parto es nuestro» sonaba un poco raro, éramos para los demás y para nosotras mismas “las locas del parto”. Hoy, casi todos los profesionales de la ginecología y la obstetricia han oído hablar de nosotras alguna vez, eso de “la humanización del parto” les suena (aunque a algunos no les sonase muy bien) y la mayoría conoce las recomendaciones de la OMS (sí, aunque parezca increíble, cuando empezamos muchos ginecólogos no sabían de su existencia).
Organizamos dos cursos de actualización para profesionales con el obstetra francés Michel Odent. Al primero, en el año 2005, asistieron 55 profesionales y al segundo, en el 2006, fueron 210. Es muy llamativo que un curso organizado por usuarias recibiese semejante respaldo y aceptación de profesionales. Debe ser la primera vez en la historia de la obstetricia en que las mujeres toman la iniciativa mostrando el camino a los profesionales de la salud en lugar de ser ellos los que toman la iniciativa y llevan las riendas de la «educación maternal». De nuestra producción teórica recuerdo como especialmente valioso el trabajo de la filósofa Stella Villarmea Requejo sobre «el sujeto embarazado» y las ponencias y artículos de la socióloga Isabel Aler Gay sobre la insumisión de las madres.
Nuestro trabajo de concienciación respecto a la necesidad de cambiar los espacios y la arquitectura de la maternidad y el mobiliario obstétrico repercutieron en la decisión de muchos hospitales de transformar los paritorios y sustituir los potros obstétricos tradicionales por sillas de partos. Las arquitectas Marta Parra Casado y Angela Müller, a través de su activismo en la asociación, se embarcaron en la transformación de las maternidades hospitalarias y crearon “Arquitectura de Maternidades” un proyecto pionero en España y premiado internacionalmente para aplicar el “Diseño Basado en la Evidencia (EBD)” a los espacios donde tiene lugar el nacimiento.
Importamos de otros países europeos el «Plan de parto» como instrumento de participación de la mujer en la toma de decisiones. Poco a poco, empezó a ser conocido por las mujeres y aceptado por algunos hospitales. Al principio, que una mujer presentase un plan de parto era recibido por los asistentes como un desafío a su autoridad, como una amenaza. Su presentación provocaba burlas y en algunos sitios una respuesta despreciativa y agresiva hacia las mujeres. Poco a poco, cambiamos esa percepción al punto de que ahora son numerosos los Servicios de Salud que ofrecen un modelo.
Confeccionamos una base de datos actualizada sobre la tasa de cesáreas en todas las CCAA cuyos datos ni siquiera estaban disponibles para el Instituto Nacional de Estadística. Nunca agradeceremos lo bastante el trabajo realizado por nuestra compañera Adela Recio Alcaide, estadística del Estado.
Muchas personas nos hicieron llegar su agradecimiento y sabemos que toda la sociedad se ha beneficiado directamente de nuestro trabajo. Percibimos día a día la influencia que íbamos ganando en la forma de expresarse públicamente de muchos profesionales y colectivos. Por ejemplo, la SEGO cambió el lenguaje de sus protocolos para el parto sustituyendo las palabras «enferma» y «paciente» por «embarazadas» y «parturientas», «usuarias» o simplemente «mujeres».
Evacuábamos muchísimas consultas sobre cuestiones científicas y legales. Por ejemplo, en la sección legal recibíamos mensajes como éste:
Estoy ocupando el cargo de supervisora en el paritorio del Hospital de la Plana. Aquí tenemos mucho trabajo y problemas de espacio, así que nos hemos comprometido a redactar un proyecto para realizar una «casa de nacimientos» adosada al Hospital, donde asistiríamos los partos de bajo riesgo.
Aquí nos dejan trabajar y tenemos un protocolo de parto muy acorde a las recomendaciones de la OMS. Os pedimos que nos mandéis toda la directiva legal que existe, actualizada, que ampare a las matronas para poder llevar el parto normal. Gracias por adelantado, vuestra ayuda nos es indispensable
En 2014 la OMS hizo una declaración titulada «Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud» en la que se denunciaba que, en todo el mundo, muchas mujeres sufren un trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud que no solo viola su derecho a una atención respetuosa, sino que amenaza sus derechos a la vida, la salud, la integridad física y la no discriminación. La OMS lo consideraba un importante problema de salud pública y de derechos humanos, y reclamaba un accionar más enérgico, diálogo, investigación y apoyo. La declaración fue respaldada por más de 60 organizaciones no gubernamentales e instituciones de todo el mundo.
En 2016, el grupo de trabajo de Naciones Unidas, en su informe sobre la discriminación de la mujer en la legislación y la práctica en el ámbito de la salud, durante el 32º periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, denunció la pervivencia de prácticas, actitudes y estereotipos sexistas en la atención obstétrica, considerándolo como una forma de discriminación por razones de género por su capacidad de dificultar el acceso de las mujeres a unos servicios de salud materno-infantil adecuados.
En 2019 la Relatora Especial de Naciones Unidas para la violencia contra la mujer, Dubravka Šimonović, emitió un informe en el que denunciaba la violencia obstétrica que sufren las mujeres a manos de los prestadores de salud a través de un modelo de atención a la salud reproductiva y sexual que infantiliza e ignora los derechos de las madres como pacientes y como seres humanos. La Relatora considera que los procedimientos médicos coercitivos o no consentidos, la falta de confidencialidad y el hecho de no obtener el consentimiento plenamente informado violan los derechos humanos de las mujeres y son una forma de discriminación.
En el epígrafe titulado «La dinámica del poder y el abuso de la doctrina de la necesidad médica» critica a la autoridad que fomenta «una cultura de impunidad cuando las violaciones de los derechos humanos no solo no se remedian, sino que pasan inadvertidas. Este desequilibrio de poder se hace especialmente evidente cuando los profesionales sanitarios abusan de la doctrina de la necesidad médica para justificar los malos tratos durante la atención del parto.»
En septiembre de 2019 el Comité para la igualdad y no discriminación del Consejo de Europa emitió un informe en el que declaró que la violencia obstétrica y ginecológica es una forma de violencia que ha estado oculta durante mucho tiempo. En la intimidad de una consulta médica o durante el parto, las mujeres son víctimas de prácticas violentas o percibidas como tales, incluyendo intervenciones no indicadas o realizadas sin el consentimiento de la mujer, o procedimientos dolorosos sin anestesia o analgesia suficiente. Frente a ello, el Consejo recomienda la adopción de medidas para que se respeten los derechos humanos de las mujeres en la atención médica.
El 28 de febrero de 2020 el Comité para la eliminación de la discriminación contra las mujeres de Naciones Unidas emitió una Decisión en la que recomienda a España:
i) Asegurar los derechos de la mujer a una maternidad sin riesgo y el acceso de todas las mujeres a una atención obstétrica adecuada, en consonancia con la recomendación general núm. 24 (1999) sobre la mujer y la salud; en particular, proporcionar a la mujer información adecuada en cada etapa del parto y requerir su consentimiento libre, previo e informado en todos los tratamientos invasivos durante la atención del parto, excepto en situaciones en las cuales la vida de la madre y/o del bebé esté en riesgo, respetando la autonomía de la mujer y su capacidad para tomar decisiones informadas sobre su salud reproductiva;
ii) Realizar estudios sobre la violencia obstétrica en el Estado parte que permitan visibilizar la situación y así orientar las políticas públicas de lucha contra dicha violencia;
iii) Proporcionar capacitación profesional adecuada a los trabajadores obstétricos y otros trabajadores de la salud en materia de derechos de salud reproductiva de la mujer;
iv) Asegurar el acceso a recursos eficaces en los casos en que los derechos de salud reproductiva de la mujer hayan sido violados, incluido en casos de violencia obstétrica, y proporcionar capacitación al personal judicial y al personal encargado de velar por el cumplimiento de la ley.»
Sobre el Gobierno de España, y en particular sobre los Ministerios de Igualdad y Sanidad, recae la obligación de cumplir esas recomendaciones. Hasta la fecha no han movido ni un dedo y en el Instituto de las Mujeres no saben lo que es la violencia obstétrica ni a lo que parece les preocupa saberlo. Es decepcionante y cansado pero tenemos que seguir trabajando para lograr la libertad sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas y hacerlo fuera pero también dentro de esa casa nuestra que es el feminismo.
Para despedir esta breve historia de El Parto es Nuestro, quiero recomendar la lectura de nuestro libro de cabecera, “La Revolución del Nacimiento”, de Isabel Fernández del Castillo. Es una obra de enorme ayuda para conocer en profundidad cómo funciona nuestro sistema de atención obstétrica y guiar a las mujeres hacia una experiencia sana y feliz del nacimiento.
Para leer la primera parte pincha aquí.
Francisca Fenández Guillén es abogada especializada en salud sexual y reproductiva y negligencias médicas en el parto y socia fundadora de las organizaciones El Parto es Nuestro y el Observatorio de la Violencia Obstétrica