Me preguntan con frecuencia si toda negligencia médica puede considerarse violencia obstétrica. Mi respuesta es que no, y tampoco el trato desconsiderado o la falta de educación o la impertinencia sin más merecen ese calificativo. La violencia obstétrica reúne una serie de características que la diferencia de esos comportamientos.
Los directivos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia rechazaron el término violencia obstétrica achacando los casos denunciados a malas prácticas puntuales. Sin embargo, la situación que tenemos en España y en gran parte del mundo va más allá de la negligencia médica simple, la que se debe a un error, a una falta de pericia, o de medios técnicos. Porque hay una resistencia continua y sistemática a aplicar la evidencia científica, y eso es algo que no se explica desde la casualidad ni la puntualidad de un comportamiento aislado. Efectivamente, eso no sería violencia obstétrica sino desidia, imprudencia, mala praxis o lo que normalmente se conoce como «negligencia médica».
La violencia obstétrica se diferencia de la mala práctica médica puntual e individual en que se trata de un problema estructural que se viene arrastrando a nivel mundial desde hace demasiado tiempo y que tiene que ver con la condición de la mujer. Si en otra especialidad médica la evidencia científica llevara 40 años diciendo que una práctica es dañina y no se cambiara, eso se consideraría sin duda como una forma de violencia estructural.
Violento no es cualquier trato desconsiderado o antipático, sino aquél que tiene por finalidad o por consecuencia mermar la capacidad de la víctima para tomar decisiones autónomas o castigarla por ello. Y como decía antes, ello tiene que ver con el género, porque esas situaciones no se producen cuando el paciente es varón.
Otra característica que la diferencia es la normalización. El propio término hiere la sensibilidad de algunos profesionales, que no son conscientes del sesgo género que hay en sus actuaciones, pero serían perfectamente capaces de percibir la injusticia y el abuso si los comportamientos abusivos o injustos se produjeran en una especialidad médica, urología por ejemplo, con pacientes varones.
Un escenario en el que al 47% de los usuarios varones de servicios de urología les cortaran el pene sin una indicación médica válida con la consecuencia de sufrir dolor al tener relaciones sexuales coitales es inimaginable. Sin embargo, aún hoy un porcentaje muy alto de mujeres (47% en algunas comunidades autónomas) sufre este corte en la vagina durante el parto (episiotomía). Esto genera cicatrices que pueden ser muy dolorosas, e incluso dañar el esfínter anal lo que, además, puede causar incontinencia.
Para saber más, en esta entrevista que me hizo la periodista Beatriz Olaizola profundizo en la cuestión.