La tecnificación de los partos

Recientemente se ha publicado un estudio que analiza el día de la semana en el que se han producido los nacimientos en España desde 1975. De una forma muy visual, muestra el impacto de la intervención médica en la programación de los partos para acomodarlos a la conveniencia del personal sanitario o de las organizaciones. Produce estupor ver cómo en los últimos 50 años los niños han ido «optando» cada vez más por nacer de lunes a viernes no festivos. En 1975 había casi las mismas posibilidades de venir al mundo en lunes, jueves o sábado, pero hoy en día dar a luz en sábado o domingo es un 21% menos probable que cualquier otro día.

Poco después, en 1976, en un libro excelente que el doctor José Antonio Valtueña dedica «a las víctimas de los excesos de la medicina» titulado Contra la medicina del médico, decía que el embarazo había dejado de ser una manifestación de la salud para ser un estado en el que la paciente es sometida a la medicalización más absoluta: los partos son provocados para que el niño no nazca de noche, la episiotomía es en muchas maternidades un método de rutina y el biberón es un símbolo de nivel social. Lo decía en un momento en el que las tasas de cesáreas no llegaban ni al 9 %. Hoy estamos por encima del 25%, es decir que, en la medicina pública, 1 de cada 4 niños nace por cesárea. En la medicina privada la media supera el 40%.

En palabras del Dr. Antonio Sitges-Serra, la tecnología es la ideología dominante:

No podemos seguir invocando el progreso para justificar las curvas de aprendizaje, la iatrogenia sanitaria y la medicalización de nuestras vidas. Las utopías sociales del siglo pasado no dudaron en usar la mentira y la delincuencia política como males necesarios para construir un «mundo mejor». Hoy es preciso enfrentarnos críticamente a la utopía tecno-científica que, como aquellas, promete un futuro mejor justificando, por inevitables, los accidentes in itinere al Paraíso de la Salud. El progreso, hoy, pasa por defender una Medicina correcta, discreta, austera, coste/efectiva, sostenible, basada en el buen juicio clínico y crítica con las evidencias científicas publicadas.

Muchas de las secuelas físicas y psicológicas de los partos en los casos que defendemos tienen su origen en una cascada de intervenciones en el proceso fisiológico normal. Bien sea por acelerar el proceso, o simplemente por tratar de controlarlo, muchas mujeres sufren y sus bebés pagan las consecuencias del intervencionismo médico. Siempre oímos decir que las tasas de mortalidad de nuestro país son excelentes, pero eso no incluye la morbilidad, es decir, las lesiones o enfermedades que, sin causar la muerte, afectan a la calidad de vida de madres e hijos. Por no hablar de que en España no existe un registro adecuado de la mortalidad perinatal, así que no sabemos realmente cuántas muertes se producen en ese periodo y por qué causas.

El hecho de que la cesárea, por poner un ejemplo, salve vidas, no implica que esté exenta de consecuencias ni que sea necesaria en el 40% de los partos. Igualmente, el uso de la oxitocina sintética, cuyos riesgos asociados son bien conocidos, cada día está más extendido, llegando en algunos casos a ser una práctica rutinaria. Además, en muchos casos estas intervenciones se producen sin el consentimiento de la madre o directamente en contra de la voluntad expresada en su plan de parto. Si ha sido el caso, recomiendo como mínimo presentar una queja o reclamación, y si ha habido daños físicos o psicológicos, demandar, pues alzar la voz y hacer públicos los atropellos a nuestros derechos es la mejor manera de cambiar las cosas.

Francisca Fernández Guillén

Abogada

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