Caso real VII: cesárea forzosa o cuando tu parto es tu tortura

La protagonista del caso real que abordamos este mes en el blog sigue luchando para que se reconozca que la atención obstétrica que recibió en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla violó los derechos humanos.

Día de Reyes, notas contracciones. Es tu primera hija y no sabes muy bien si estás o no de parto, así que te acercas al Hospital por si acaso. En cuanto entras por la puerta te ingresan, te ponen oxitocina sintética y te rompen la bolsa amniótica. El personal parece muy ocupado y actúa de forma mecánica y ruda. Las contracciones se hacen muy dolorosas, pero estás ilusionada y crees que todo merece la pena. Te obligan a permanecer quieta y tumbada. El dolor aumenta y los ácidos del estómago suben por la tráquea, abrasándote. Pides agua y no te la dan. Los paritorios están saturados. A partir de ahí, tu parto se convierte en una tortura.

Resumen del caso

El 6 de enero de 2009, Laura, embarazada de su primera hija acudió con contracciones al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. Aún no estaba de parto franco, pero aun así la dejan ingresada, le rompen la bolsa amniótica de forma artificial y le administran oxitocina sintética. A partir de ese momento el dolor se hace insoportable y la dinámica uterina comienza a alterarse. Para ninguno de esos tres procedimientos (ingreso, rotura y administración de oxitocina) se le pide el consentimiento. No se le explicaron los riesgos ni se le ofrecieron alternativas, a pesar de que ninguna de esas actuaciones es inocua.

Laura sufría hernia de hiato, una enfermedad que hace que los ácidos del estómago pasen a la garganta produciendo sensación de ardor y quemazón. La matrona la obligó a tumbarse en la camilla boca arriba, con las piernas abiertas y flexionadas y sin moverse. Esa postura exacerba el problema porque el ácido pasa con más facilidad a la garganta. Pidió la medicación que tenía pautada, Omeprazol, y se lo negaron. Ni siquiera la dejaron beber agua:

comenzó otra vez la tortura, me bajó la cama completamente, otra vez con la espalda totalmente recta, tumbada boca arriba, y me obligaron a estar abierta de piernas y con las rodillas ligeramente flexionadas. Le comenté que esta postura no la soportaba y que estaría vomitando ya mismo, que mi estómago estaba muy mal y que tenía la garganta muy irritada de la última vez

Cuando la trasladan para ponerle la epidural se encuentra en la sala con una profesora y dos estudiantes o residentes en prácticas que la pinchan multitud de veces en la espalda hasta que finalmente tuvo que hacerlo la médica titular. Una de las punciones fue hemática (con sangre). Un proceso que normalmente no lleva más de 10 minutos se prolongó durante 1 hora:

repitieron hasta 9 veces este ciclo: me tocan la espalda, debajo de la cintura. Después un pinchazo dolorosísimo, sentía como un líquido entrar y salir. Y a continuación la mujer que estaba sentada más a mi izquierda corregía con palabras como: «ahí no, 1 cm. más arriba», «no, más a la derecha». Después segundo intento, les seguían unas risitas. Mientras tanto las otras mujeres, supongo que estudiantes y para disimular que lo eran, hacían comentarios muy inoportunos. Al noveno pinchazo me dicen que «tienes un problema en la espalda. Tu columna está desviada». Yo les respondí: no, mi columna está bien, que me la ponga ella, refiriéndome a la persona que corregía a quienes supuestamente estaban aprendiendo. El 10º pinchazo supongo que me lo hizo la anestesista, pues me molestó, pero no me dolió.»

Como consecuencia le quedó una lesión neuropática llamada “hiporreflexia osteotendinosa bilateral en miembros inferiores y claudicación en posición de bipedestación en talones y de puntillas de probable origen medular radicular”.

Cuando alcanza la dilatación completa una enfermera le dice que pronto la llevarán al paritorio para dar a luz. Pero Laura oye que los paritorios están saturados y una médica dice a su marido que la van a llevar a quirófano para cesárea. Ella se niega y le pide a su marido «no firmes nada, no firmes nada». Desoyendo sus súplicas, es llevada en una camilla a la sala de operaciones:

Por el camino me entró ganas de cagar. Pero ¿cómo? Mi cuerpo reaccionó en forma contraria. ¿Qué iba a pasar si mi bebé salía un poco? Quería revolcarme, empujar. Alguien comentó: «Mira, está aquí», ¿porqué te mandan? Los que estaban allí miraron su cabecita disimulando y sin comentar nada

La perito ginecóloga explicó en el juicio que las ganas de defecar son un síntoma de la inminencia del nacimiento.

Tras la cesárea dejaron a Laura sin analgesia para el dolor postoperatorio, algo que no se justifica médicamente porque la analgesia postquirúrgica tras una cesárea está protocolizada. Como consecuencia sufrió una lesión neuropática y debilidad generalizada, además de ansiedad e insomnio. No podía cuidar a su hija y era totalmente dependiente de terceras personas para desenvolverse en su vida cotidiana. Tuvo que trasladarse al domicilio de sus padres para recibir ayuda y se le diagnosticó un trastorno de estrés postraumático del que tuvo que ser tratada intensivamente con medicación antidepresiva. La psiquiatra que la trató recoge en su informe:

Refiere, en un estado emocional alterado con gran angustia pena y llanto todo el transcurso del parto de su única hija nacida en el año 2.009 en el cual desde que fue ingresada en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla hasta el momento en el que me lo está comentando su vida ha sido una pesadilla.

Presenta los siguientes síntomas: insomnio casi total salpicado de múltiples pesadillas en las que revive con gran realismo lo acaecido. Crisis de angustia y pánico. Terror a todo (la calle, relaciones con otras personas, ver hospitales o ambulancias). Llorando continuamente y torturada por los flashback que veía en su mente prácticamente todo el tiempo. La autoestima y valoración de sí misma estaban ausentes y tenía claras ideas de autolisis.

Así mismo describe, mientras anda con dificultad, terribles dolores en la espalda (zona de inyección de la anestesia epidural) e insoportables en la cicatriz de la cesárea. Refiere también que ha estado con parálisis intermitentes de las piernas, padecimiento que le producía una gran inseguridad a la hora de realizar cualquier actividad por pequeña que fuera.

Después de administrarle Alprazolám de 2 mg., al calmarse sigue narrando el terror que había pasado tanto por ella como por su hija y los malos tratos consistentes en burlas, faltas de atención y abandonos que sufrió hasta el punto de querer huir, prácticamente desnuda, pues solo llevaba el camisón del hospital abierto por detrás.

Cuando trataba de comunicar su estado al personal sanitario no le contestaban ni prestaban atención, por lo que sentía una gran indefensión y además de sentirse totalmente invalidada. Cuando su hija nació por medio de una cesárea y simultáneamente su cabeza había aparecido por el canal vaginal se sintió aliviada de que se la llevaran y la separaran de ella porque así creía que no recibiría daño la niña como el que le estaban haciendo a ella.

Le prescribí medicación antidepresiva hipnótica y ansiolítica y psicoterapia individual de periodicidad semanal.

Lo que le ha acontecido es similar a lo que puede haber padecido un prisionero de guerra que ha sido torturado

Durante más de dos años tuvo que hacerse multitud de pruebas diagnósticas y seguir tratamiento de neurología, rehabilitación y psicoterapia, medicándose intensamente durante este periodo.

Estado actual del proceso

Presentada una Reclamación de Responsabilidad Patrimonial de la Administración Pública, el Servicio Andaluz no resolvió el expediente, obligando a Laura a iniciar un largo periplo judicial. A lo largo todo ese proceso, los jueces ignoraron las garantías que, respecto al consentimiento informado, exigen la ley, la jurisprudencia y los Convenios internacionales sobre derechos humanos ratificados por España. Pasaron por alto la oposición de Laura a la cesárea tanto como la omisión de los tratamientos que requería y no le dieron y dijeron que la información prestada al marido era suficiente a efectos de consentimiento informado.

Tras haber agotado todos los recursos internos para obtener una reparación, presentamos una queja contra España ante el Comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer de Naciones Unidas. Porque primero el personal sanitario y luego la Administración y los jueces incumplieron su obligación de prestar una atención obstétrica de calidad y libre de violencia y garantizar el respeto a la autonomía de la voluntad de las mujeres. España no ha adoptado aún las medidas necesarias para modificar o abolir costumbres y prácticas discriminatorias y estereotipos de género tales como anteponer la función reproductiva de la mujer a su consideración como persona o aquéllos que infantilizan y muestran a las mujeres como seres incapaces de tomar decisiones sobre su salud y la de sus hijos.

En contra de la posición de la Abogacía del Estado, Naciones Unidas acaba de admitir a trámite la queja de Laura. En marzo de 2020 el Comité dictó una Decisión recomendando a España adoptar una serie de medidas para prevenir y erradicar la violencia obstétrica, por lo que esperamos que también en este caso haga lo mismo. Este trabajo es el resultado de la colaboración de un equipo de abogadas y politólogas coordinado por Francisca Fernández Guillén y formado por Teresa Fernández Paredes, Paloma Torres López, Lucía Maravillas Martínez Losas, Marina Morla González, Isoke Tatiana Khemet y Mònica Llagostera López.